jueves, 30 de diciembre de 2010

La Joven de las naranjas

Gaarder, Jostein. La Joven de las naranjas. Ediciones Siruela. Madrid. 2003.

Amalia Valderrama C.  
Barcelona. 

Este sencillo y conmovedor relato que nos presenta el escritor noruego Jostein Gaarder, nos lleva a reflexionar sobre las vicisitudes de la existencia. A través de una emotiva carta que un padre escribe a su hijo, el autor nos invita a hacernos preguntas fundamentales sobre la vida, sobre nuestra efímera estancia dentro del universo, haciéndonos pensar una y otra vez en que el estar hoy aquí, es ciertamente una lotería. Tal como nos hace ver en alguna de sus páginas: HOY SOMOS PERO PODRÍAMOS NO SER, NO ESTAR, así de simple y eso también significa que un día cualquiera desapareceremos para toda la eternidad.

Y así como nos lleva a ser conscientes de la contingencia que está en la base de nuestra existencia, también nos invita a preguntarnos por nuestro papel en este mundo, por el valor que le damos a todas y cada una de las cosas, pues así como nuestra vida ha sido regalo de nuestros padres y no una decisión nuestra, si lo es cómo la vivimos, qué hacemos con ese tesoro que nos ha sido dado. 

En este sentido, nos invita a conocer nuestra historia de engendramiento, a ser curiosos con esas pequeños giros y decisiones que hicieron que nuestros padres, se conocieran y nos engendraran, pues el sólo hecho de que una de las piezas del puzzle no encajara, hubiera podido ser nefasto para nuestra existencia, simplemente habría nacido otra persona, nosotros no. Así que tomando conciencia de que la que tenemos es nuestra única posibilidad de existir, tal vez podemos valorarla y disfrutarla mucho más, es decisión nuestra.

Por todo esto “La Joven de las Naranjas” está en plena consonancia con la Carta de la Paz dirigida a la ONU, pues ésta nos  invita a ser realistas, a saber que: “si la Historia hubiera sido distinta -mejor o peor-, el devenir habría sido diferente. Se habrían producido a lo largo de los tiempos otros encuentros, otros enlaces; habrían nacido otras personas, nosotros no. Ninguno de los que hoy tenemos el tesoro de existir, existiríamos” (Punto IV). Es precisamente esta visión de la vida como un verdadero TESORO lo que Gaarder nos ofrece en su libro.

viernes, 26 de noviembre de 2010

La Maternidad de Elna

Montellà, Assumpta. La Maternitat d´Elna. Labutxaca. 1º Edición. Barcelona. 2008.

Montse Sanz. 
Barcelona.   

La autora de este libro, Assumpta Montellà, nos relata una historia real, una aventura de mujeres y niños, de nacimientos, de vida. Entre 1939 y 1944, Elisabeth Eidenbenz, una joven maestra suiza, fundó la Maternidad de Elna. Con la ayuda de otras mujeres, lucharon por la vida, por la igualdad de género, por la no-violencia, por la educación, la libertad, la tolerancia, la solidaridad.

En Elna, en el Roselló, población situada en la Cataluña del norte de los Pirineos, cerca de los campos donde los refugiados preveían encontrar amparo, se produjo la historia de centenares de madres que pudieron salir de manera provisional de campos de refugiados, para poder dar a luz en esta Maternidad.  Hoy, estos niños, tienen entre 60 y 70 años y son testigos de una época cruel, de una guerra salvaje y despiadada. Salvaron la vida 597 niños de campos de refugiados. Esta es la historia del libro, historias de amor a la infancia, donde triunfó la vida por encima de todo.

Conocer esta historia nos hace descubrir uno de los capítulos más dramáticos, tiernos y desconocidos de nuestra posguerra, Exiliados catalanes y españoles que malvivían en condiciones penosas en los campos de refugiados republicanos y que tuvieron la suerte de ser acogidos en la Maternidad de Elna creada por Elisabeth Eidenbenz.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Mozambique, una paz para África

Morozzo Della Rocca, Roberto. Mozambique, una paz para África. Icaria Editorial. Barcelona. 2003

Alfredo Fernández.
Periodista. 

Este libro relata con una importante cantidad de detalles todo el proceso histórico vivido en Mozambique en los últimos años, y que desemboca en el acuerdo de paz firmado el 4 de octubre de 1992 en Roma. La paciencia, la palabra oportuna y una esperanza alentadora de los mediadores o garantes del diálogo, que tenían como objetivo no determinar quién tenía razón sino permitir el retorno a la paz, hicieron posible que los líderes de ambos sectores firmaran ese acuerdo que fue el puntapié inicial de una etapa de recuperación de este pueblo africano.

Mozambique ha vivido en los últimos años un proceso muy duro y difícil para lograr la paz que evidencia en la firma de los acuerdos de Roma. Varios años de largas entrevistas, viajes incesantes pero sobre todo la esperanza del acuerdo coronan la fecha del 4 de octubre de 1992 como el punto de llegada de una etapa, pero el de partida de otra más importante: la etapa de la paz.

Las negociaciones duraron 27 meses. En varias oportunidades los mediadores temían por el fracaso del proceso, y la continuidad de la guerra interna en el país. “En ningún momento forzaron a las partes para que consiguieran este resultado sino que –por el contrario- las tranquilizaron. Les ofrecieron consejo y apoyo, atenuaron en la medida de lo posible los rencores de la guerra y sentaron las bases políticas, psicológicas e institucionales para que las negociaciones produjeran una paz no frágil”, -destaca el autor.

Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de Sant Egidio, y una de las instituciones que protagonizó estos acuerdos de paz en Mozambique dijo -en el inicio del diálogo entre las partes en 1990- que “viene a la mente una expresión del gran Papa, Juan XXIII, que fue también su método de trabajo: preocupémonos por buscar lo que une y no lo que divide”. Y justamente este lema fue el que permitió vislumbrar un acuerdo de paz.

Con gran cantidad de detalles y citas del proceso que finalmente logra el acuerdo de Roma el autor destaca además la angustia primero y luego la alegría que vivió el pueblo de Mozambique al conocerse la noticia de la firma del acuerdo. Uno de los protagonistas de las negociaciones reconoce que “la firma de la paz es una victoria de todo el pueblo mozambiqueño en la que no hay espacio para vencedores y vencidos.

Nadie discute la importancia de la paz. Ambos sectores sabían que era el único camino que podían elegir, pero que además el pueblo de su país, sumido en una gravísima crisis humana ante el hambre, la pobreza, pero por sobre todo la guerra, les exigía con decisión.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Esperanza, indispensable para la construcción de la Paz.

Henao Gaviria, Héctor Fabio. Caminar en la Esperanza. Editorial Kimpres Ltda. Bogotá. 2008.

Gloria Inés Rodríguez Gaitán. 
Educadora.


En el marco del Centenario de la presencia de la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC) y del compromiso social de la Iglesia en la promoción humana en campos tan diversos como la educación, la cultura, la familia, los medios de comunicación, la vida, la justicia, la paz, el ecumenismo, etc, sale a la luz el Libro Caminar en la Esperanza, reconociendo una labor permanente de animación para construcción de un país solidario, justo y fraterno.


El propósito es orientar los esfuerzos por el desarrollo integral humano, sostenible y solidario a la luz del Evangelio, apoyándose en los principios que brinda la Doctrina Social de la Iglesia de manera que cada uno ayude a construir relaciones fraternas, busque la justicia y el respeto por los valores humanos.

En 1999 la Red Caritas Internationalis se une a un trabajo estrecho con el Secretariado Nacional de Pastoral Social (SNPS)/Cáritas Colombia (CC), organismos internacionales de la Iglesia y otros, para aportar en las siguientes áreas: (1) La democracia y la construcción de la paz. (2) El desarrollo y la justicia social. (3)  La crisis humanitaria.

El diálogo con la sociedad y con sus actores en los distintos niveles ha permitido dar una voz de esperanza en medio de las dificultades y conflictos que ha vivido el país en las diferentes etapas de su historia. Las reflexiones de la CEC nacen de la práctica en el día a día y del contacto directo con las comunidades que trabajan, esperan, sufren y le aportan al país desde su perspectiva de fe.

El autor, es Filósofo, Teólogo, Magíster en Sociología, Doctor en Ciencias Sociales y experto en Doctrina Social de la Iglesia. Es fundador y director de la Fundación Instituto para la Construcción de la Paz de la Arquidiócesis de Bogotá. Miembro de grupo de trabajo de DDHH en el Departamento de Justicia y Solidaridad del CELAM y miembro del grupo de Economía Solidaria; actualmente es Director del SNPS/CC, del Secretariado Permanente del Episcopado Colombiano. Ha liderado el proceso de concertación entre la sociedad civil, el gobierno colombiano y la comunidad internacional para un plan de cooperación en la construcción de la paz.

Mons. Héctor Fabio Henao afirma: “Caminar en Esperanza es afrontar la historia y la memoria de los que sufren, para construir de manera solidaria estructuras y sistemas más humanos y fraternos. Caminar en Esperanza es una nueva visión de la responsabilidad y del desarrollo. Al mismo tiempo es profundizar en el compromiso ético con la sociedad, en la voluntad permanente de asumir la libertad, la racionalidad y las potencialidades de cada ser humano para emprender la construcción de un mundo que asegure la dignidad de cada persona”. A este caminar le da sentido el “Dios de la Esperanza”. En el encuentro con Dios se hacen nuevas todas las cosas y se abre un vasto horizonte a la construcción de la paz.

Postura que coincide con la Posdata de la Carta de la Paz dirigida a la ONU: “Es tarea de los gobernantes centrar sus miras al bien de los contemporáneos, pues ya existen y tienen derecho a vivir la vida con dignidad humana. (…)  Si una nación, gracias a sus políticos, va de bien en mejor, las relaciones entre sus ciudadanos actuales transcurrirán de una manera más suave y gratificante, e irán naciendo unos hijos, los cuales podrán alegrarse de que el país haya ido progresando, pues gracias a ello se habrán dado las condiciones precisas para los encuentros de los adultos que posibilitaron el existir de esos hijos.  (…) Claro es que estos nuevos ciudadanos deberán esforzarse para mejorar la situación cuando sean mayores”.

¿Apostamos cada uno a vivir en Esperanza para el bien de los presentes, ejerciendo nuestra
 corresponsabilidad y libertad en la construcción diaria de esa anhelada paz?

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Filosofía de los conflictos

París Albert, Sonia. Filosofía de los conflictos. Icaria Editorial. Barcelona. 2009.

Alfredo Fernández. Periodista.
Carta de la Paz dirigida a la ONU.

Todos los días se publican noticias sobre conflictos en distintas partes del mundo. Algunos de ellos ya ni siquiera nos causan asombro. Nos parece normal, habitual, escuchar determinada cantidad de muertos en un atentado suicida en Iraq, Paquistán. Nos acostumbramos a pensar que hay países que no saben solucionar sus inconvenientes sino a través de la violencia. Y no hay que olvidar la intervención de Estados Unidos en Iraq, justificada de mil maneras por su gobierno a principios del 2003, y que hoy reconoce su fracaso y se apresta a abandonar parcialmente la zona.

Pero, ¿nos preguntamos si hay otras maneras de resolver los problemas que no sea a través de la violencia?

Sonia París Albert, profesora de la Universitat Jaume I, es vicedirectora de la Cátedra Unesco de Filosofía para la paz. En el libro “Filosofía de los conflictos” hace un recorrido teórico sobre el rol de los conflictos en nuestra sociedad, no sólo aquellos de carácter bélico sino incluso los conflictos personales, pero propone una manera diferente de resolverlos, a través de lo que denomina “ transformación pacífica”.

“El verdadero objetivo de la transformación pacífica de los conflictos es la reconciliación de las partes implicadas a fin de reconstruir las relaciones humanas en la medida de lo posible”, -expresa la autora.

También repasa los mecanismos que buscan abordar los conflictos desde otra óptica alejada de la violencia. Y además señala que es fundamental educar a las nuevas generaciones en que no sólo se puede usar la violencia sino que se dispone de otros medios que permiten hacer la paz.

Para ello indica que hay que implicar a los jóvenes en este proceso y hacerlos partícipes de su educación. Debe haber un trabajo conjunto entre quien hace la función de educador y quien la hace de educando con el fin de analizar otras maneras de actuación pacíficas, de revisar conflictos interpersonales, armados, terrorismos y de buscar formas para su transformación por medios pacíficos.

El libro concluye con una serie de ejercicios o propuestas para la puesta en práctica de la transformación pacífica de los conflictos que puede ser utilizada por los docentes sus clases.

jueves, 1 de julio de 2010

Pedagogía de la reconciliación

Oianguren Idígoras, María; Soliño Queiruga, Karmele. Experiencias pedagógicas en torno a la memoria de las víctimas del terrorismo y las dictaduras. Bilbao. Bakeaz. 2010

Francesc Torralba Roselló. Catedrático de Filosofía.
Director de los Institutos de la Paz de la Universitas Albertiana.

Gernika Gogoratuz es un Centro de Investigación por la Paz creado por decisión unánime del Parlamento Vasco en abril de 1987, coincidiendo con el medio siglo del aniversario del Bombardeo de Gernika. "Experiencias pedagógicas en torno a la memoria de las víctimas del terrorismo y las dictaduras" es el título del último libro editado por el citado centro. Es el resultado de un conjunto de investigaciones de carácter práctico que han coordinado María Oianguren Idigoras y Karmele Soliño Queiruga. Incluye siete estudios, precedidos por un interesante prólogo de Xabier Etxebarria, Catedrático de Ética de la Universidad de Deusto.

Entre los trabajos recopilados en este libro, destaco especialmente dos, el de Karmele Soliño, titulado Recursos educativos en torno al tratamiento pedagógico de las víctimas y el de Kjetil Grødum, Los valores instrumentales de relatar historias sobre un pasado conflictivo.

El libro se sitúa más allá del debate político y electoralista y en él se efectúa una sólida y serena reflexión en torno a los fundamentos pedagógicos que deben orientar una paz futura en el País Vasco. Se analiza el modo de relatar la historia y los peligros que tiene la instrumentalización de la narración del pasado. Se plantean experiencias sumamente interesantes, como la presencia de las víctimas del terrorismo en las aulas y se ahonda en la categoría del testimonio y del relato personal. En el texto no se titubea respecto a la actitud frente a la violencia. Se parte de la deslegitimación de toda forma de violencia y se apuesta, decididamente, por la paz y por la resolución no violenta de los conflictos.

Me siento especialmente vinculado a la filosofía de fondo que nutre esta reflexión, pues la paz futura depende, en parte, de la correcta administración de la memoria colectiva y de la superación de los resentimientos absurdos que proceden del pasado, ideas éstas que están bellamente expresadas en la Carta de la Paz dirigida a la ONU.

Destaco algunas ideas expresadas a lo largo de este pequeño pero sugerente libro. La memoria, se afirma en él, no es solamente una exigencia ética, sino la condición de posibilidad de la reconciliación. No se construye la historia futura haciendo borrón y cuenta nueva. Las víctimas del terrorismo no deben ser jamás olvidadas, porque de su recuerdo dependen la justicia reparadora y el reconocimiento que se les deben.

El modo en que las sociedades tratan de superar las brutales memorias e historias del pasado resulta indispensable para avanzar de un período de conflicto violento o de opresión hacia la paz, a la democracia, al Estado de derecho y al respeto por los derechos individuales y colectivos. Nuestra identidad colectiva no se forja en el vacío, ni es el resultado casual de un conjunto de peripecias históricas. Más bien es el resultado de muchas historias, donde nuestras experiencias, pensamientos, sentidos y actitudes adquieren valor al formar parte de las narrativas. Como dice Kjetil Grødum, “las construcciones narrativas crean, mantienen, interrumpen o transforman valores, tradiciones y nosotros cambiamos, adoptamos, interrumpimos, formulamos y retamos a las narrativas que utilizamos para dar sentido a nuestras vidas en relación con narrativas  e historias mayores o menores que encontramos en nuestro camino” (p. 85).

En efecto, el relato del pasado afecta al presente y configura el futuro colectivo, de ahí la relevancia que tiene pensar a fondo cómo se narran lo que ocurrió, quien lo narra y por qué lo hace.

En definitiva, celebro la publicación de este pequeño libro que merece toda la atención y que debería ser leído en cursos de cultura de paz y en las organizaciones que tienen la paz como su horizonte de sentido.

miércoles, 30 de junio de 2010

La memoria ¿un remedio contra el mal?

Todorov, Tzvetan. La Memoria, un remedio contra el mal. Barcelona. Arcadia. 2009. 

Alfredo Fernández. Periodista.
Carta de la Paz dirigida a la ONU.

Tzvetan Todorov, historiador y filósofo búlgaro contemporáneo, señala en este libro que “la memoria del pasado será estéril si nos servimos de ella para levantar un muro infranqueable entre el mal y nosotros”. Y agrega algo muy interesante. “En la vida cotidiana también olvidamos fácilmente el mal que infligimos, mientras que conservamos mucho tiempo en la memoria el que sufrimos”. (p36)

Aquí entonces podríamos preguntarnos: ¿qué podemos hacer nosotros para remediar los males que han ocurrido en el pasado? Poco, por no decir, nada. “Pero podemos, en cambio, actuar sobre los criminales, sobre los del pasado, para que no lo repitan, y también sobre los del futuro”, -dice Todorov. (p37). Y agrega que el reconocimiento público del sufrimiento vivido por antiguas víctimas puede ayudar a calmar el dolor, aunque no pueda revivir a los muertos. (p22- 23).

La Carta de la Paz en su punto VIII dice que “los representantes actuales de las instituciones que han perdurado en la Historia, no son responsables de lo sucedido en el pasado, pues ellos no existían. Sin embargo, para favorecer la paz, esos representantes han de lamentar públicamente, cuando sea prudente, los males e injusticias que se cometieron por parte de esas instituciones a lo largo de la Historia. Así mismo, han de resarcir en lo posible, institucionalmente, los daños ocasionados”.

En otro fragmento del libro Todorov cita, como ejemplo, la situación vivida en Sudáfrica, y cómo la Comisión de la Verdad y la Reconciliación que presidió el obispo anglicano Desmond Tutu, trabajó sobre la memoria colectiva. La idea principal de esa comisión señalaba que los responsables de las violaciones de los derechos humanos en Sudáfrica deberían acudir públicamente a confesar sus delitos, mientras que las víctimas recibirían reparaciones del Estado si se comprobaban sus testimonios. De esta manera se conseguía el establecimiento de la verdad y la apertura a un segundo objetivo: el perdón de unos hacia otros y la reconciliación de la población, donde el Estado, una minoría blanca acepta su culpabilidad en el pasado, y la mayoría negra o de color trata de superar su resentimiento.

¿Esto es fácil? Claro que no. El expuesto en el libro es un ejemplo que aplaudieron muchos países del mundo, pero nadie parece dispuesto a imitar su ejemplo. ¿Estamos nosotros hoy, dispuestos a resarcir a los demás por nuestros errores? ¿De qué manera podemos hacerlo?

El miedo a los bárbaros

Todorov, Tzvetan. El miedo a los bárbaros. Barcelona. Galaxia Gutemberg S.A. 2008. 

Francesc Torralba Roselló. Catedrático de Filosofía en la URL.
Director de los Institutos de la Paz de la Universitas Albertiana.

Uno de los libros más interesantes de analizar para comprender la inestabilidad política del planeta en nuestro tiempo es el ensayo de Tzvetan Todorov (Sofía, 1939), El miedo a los bárbaros (2008). En él desarrolla una sugerente exposición de las dos principales emociones que mueven el mundo social, político y económico: el miedo y el resentimiento. Según este pensador, los países que configuran el mapa político pueden separarse en dos grandes grupos: los que tienen miedo y los que experimentan resentimiento.

El miedo, que Zygmunt Baumann analiza con esmero en Miedo líquido, es una pasión que limita la libertad y la veracidad. Los países más desarrollados del mundo sienten miedo bajo distintas formas: el miedo a un atentado terrorista, el miedo al futuro, el miedo a los flujos migratorios, el miedo al cambio energético, el miedo a la catástrofe ecológica, el miedo a la inestabilidad de los mercados. Los países en vías de desarrollo padecen resentimiento contra los países ricos, una especie de rencor que tiene su origen en el colonialismo, en la explotación y en la esclavitud. Al comparar la calidad de vida de un ámbito y otro, se siente dolor y rencor. El miedo hace levantar murallas y alambradas, controles policiales y políticas de inmigración muy severas. El resentimiento intoxica la vida espiritual de los pueblos y se manifiesta en la agresividad, en la violencia y, en el peor de los casos, en la voluntad de matar.

El ser humano, movido por la pulsión elemental y primaria del miedo, es capaz de cualquier atrocidad, de convertirse en un bárbaro, de mentir y hasta de segregar al otro. El ser humano, impulsado por el resentimiento, es hábil para causar grandes sufrimientos y de encauzar tal pasión a través de los mecanismos tecnológicos. La civilización exige el dominio de las emociones, el autocontrol, la justicia y el reconocimiento de derechos en igualdad de condiciones. En el corazón del terrorismo late un resentimiento contra el mundo occidental y sus formas de colonización. En Occidente se tiende a identificar el extranjero con el bárbaro, sin considerar que el bárbaro no viene determinado por el color de la piel ni por la lengua, sino por su incapacidad de reconocer dignidad a los que no son como él.

La construcción de la paz es una tarea ardua y difícil. Uno de los obstáculos fundamentales en esta tarea es, como se indica en la Carta de la Paz dirigida a la ONU, el resentimiento, pero, también se debe identificar, como barrera, el miedo, pues el miedo genera desconfianza y suspicacia y hace imposible reconocer al otro como hermano en la existencia, niega aquella fraternidad existencial que es el fundamento más sólido y más universal de la paz.

Este libro de Todorov es una lúcida contribución para entender la gravedad del momento actual. Nos recuerda que un ser humano puede perder los derechos que la sociedad le confiere si infringe sus normas, pero nunca puede perder la dignidad inherente. Este sugerente texto nos obliga a pensar si el miedo a los bárbaros no es un temor más ancestral y atávico: el miedo al lado oscuro del ser humano, a la esfera nocturna de su ser.