miércoles, 30 de junio de 2010

La memoria ¿un remedio contra el mal?

Todorov, Tzvetan. La Memoria, un remedio contra el mal. Barcelona. Arcadia. 2009. 

Alfredo Fernández. Periodista.
Carta de la Paz dirigida a la ONU.

Tzvetan Todorov, historiador y filósofo búlgaro contemporáneo, señala en este libro que “la memoria del pasado será estéril si nos servimos de ella para levantar un muro infranqueable entre el mal y nosotros”. Y agrega algo muy interesante. “En la vida cotidiana también olvidamos fácilmente el mal que infligimos, mientras que conservamos mucho tiempo en la memoria el que sufrimos”. (p36)

Aquí entonces podríamos preguntarnos: ¿qué podemos hacer nosotros para remediar los males que han ocurrido en el pasado? Poco, por no decir, nada. “Pero podemos, en cambio, actuar sobre los criminales, sobre los del pasado, para que no lo repitan, y también sobre los del futuro”, -dice Todorov. (p37). Y agrega que el reconocimiento público del sufrimiento vivido por antiguas víctimas puede ayudar a calmar el dolor, aunque no pueda revivir a los muertos. (p22- 23).

La Carta de la Paz en su punto VIII dice que “los representantes actuales de las instituciones que han perdurado en la Historia, no son responsables de lo sucedido en el pasado, pues ellos no existían. Sin embargo, para favorecer la paz, esos representantes han de lamentar públicamente, cuando sea prudente, los males e injusticias que se cometieron por parte de esas instituciones a lo largo de la Historia. Así mismo, han de resarcir en lo posible, institucionalmente, los daños ocasionados”.

En otro fragmento del libro Todorov cita, como ejemplo, la situación vivida en Sudáfrica, y cómo la Comisión de la Verdad y la Reconciliación que presidió el obispo anglicano Desmond Tutu, trabajó sobre la memoria colectiva. La idea principal de esa comisión señalaba que los responsables de las violaciones de los derechos humanos en Sudáfrica deberían acudir públicamente a confesar sus delitos, mientras que las víctimas recibirían reparaciones del Estado si se comprobaban sus testimonios. De esta manera se conseguía el establecimiento de la verdad y la apertura a un segundo objetivo: el perdón de unos hacia otros y la reconciliación de la población, donde el Estado, una minoría blanca acepta su culpabilidad en el pasado, y la mayoría negra o de color trata de superar su resentimiento.

¿Esto es fácil? Claro que no. El expuesto en el libro es un ejemplo que aplaudieron muchos países del mundo, pero nadie parece dispuesto a imitar su ejemplo. ¿Estamos nosotros hoy, dispuestos a resarcir a los demás por nuestros errores? ¿De qué manera podemos hacerlo?

El miedo a los bárbaros

Todorov, Tzvetan. El miedo a los bárbaros. Barcelona. Galaxia Gutemberg S.A. 2008. 

Francesc Torralba Roselló. Catedrático de Filosofía en la URL.
Director de los Institutos de la Paz de la Universitas Albertiana.

Uno de los libros más interesantes de analizar para comprender la inestabilidad política del planeta en nuestro tiempo es el ensayo de Tzvetan Todorov (Sofía, 1939), El miedo a los bárbaros (2008). En él desarrolla una sugerente exposición de las dos principales emociones que mueven el mundo social, político y económico: el miedo y el resentimiento. Según este pensador, los países que configuran el mapa político pueden separarse en dos grandes grupos: los que tienen miedo y los que experimentan resentimiento.

El miedo, que Zygmunt Baumann analiza con esmero en Miedo líquido, es una pasión que limita la libertad y la veracidad. Los países más desarrollados del mundo sienten miedo bajo distintas formas: el miedo a un atentado terrorista, el miedo al futuro, el miedo a los flujos migratorios, el miedo al cambio energético, el miedo a la catástrofe ecológica, el miedo a la inestabilidad de los mercados. Los países en vías de desarrollo padecen resentimiento contra los países ricos, una especie de rencor que tiene su origen en el colonialismo, en la explotación y en la esclavitud. Al comparar la calidad de vida de un ámbito y otro, se siente dolor y rencor. El miedo hace levantar murallas y alambradas, controles policiales y políticas de inmigración muy severas. El resentimiento intoxica la vida espiritual de los pueblos y se manifiesta en la agresividad, en la violencia y, en el peor de los casos, en la voluntad de matar.

El ser humano, movido por la pulsión elemental y primaria del miedo, es capaz de cualquier atrocidad, de convertirse en un bárbaro, de mentir y hasta de segregar al otro. El ser humano, impulsado por el resentimiento, es hábil para causar grandes sufrimientos y de encauzar tal pasión a través de los mecanismos tecnológicos. La civilización exige el dominio de las emociones, el autocontrol, la justicia y el reconocimiento de derechos en igualdad de condiciones. En el corazón del terrorismo late un resentimiento contra el mundo occidental y sus formas de colonización. En Occidente se tiende a identificar el extranjero con el bárbaro, sin considerar que el bárbaro no viene determinado por el color de la piel ni por la lengua, sino por su incapacidad de reconocer dignidad a los que no son como él.

La construcción de la paz es una tarea ardua y difícil. Uno de los obstáculos fundamentales en esta tarea es, como se indica en la Carta de la Paz dirigida a la ONU, el resentimiento, pero, también se debe identificar, como barrera, el miedo, pues el miedo genera desconfianza y suspicacia y hace imposible reconocer al otro como hermano en la existencia, niega aquella fraternidad existencial que es el fundamento más sólido y más universal de la paz.

Este libro de Todorov es una lúcida contribución para entender la gravedad del momento actual. Nos recuerda que un ser humano puede perder los derechos que la sociedad le confiere si infringe sus normas, pero nunca puede perder la dignidad inherente. Este sugerente texto nos obliga a pensar si el miedo a los bárbaros no es un temor más ancestral y atávico: el miedo al lado oscuro del ser humano, a la esfera nocturna de su ser.